Herencia materna

Cuando preguntan quien ha sido la persona que más ha influenciado en tu vestimenta, si me paro a pensarlo y hago un examen concienzudo, desde luego, esa figura es mi madre.

Desde pequeña. Tan simple como que a los de mi generación no se nos dejaba escoger absolutamente nada. No existía la impertinencia habitual en la criaturas actuales del "esto no me gusta", porque la queja o petición de cambio del jersey de lana que causaba urticaria a la camiseta de Naranjito iba a quedar en tramite burocrático predispuesto a perderse en un esfuerzo en el cual no convenía insistir.

Recuerdo cuando le dio por vestirnos a las tres iguales, o incluso cuando ella se integró en el talibanismo de un único estampado para todas las féminas del clan en distintos modelos o patrones y parecíamos sacadas de un catálogo de uniformes.

La libertad estilística llegaba en época de vacaciones, cuando nos dejaban hacernos la maleta como quisiésemos, o pudiésemos. Así fue como pasé mi primer campamento vestida integramente con vestidos de flores y blonda combinados con zapatillas y un pañuelo a la cabeza de Snoopy que me daba un toque de lo más J.Lo from the Bronx.

Como casi todos los niños, en mi madre encontraba un referente, sobre todo, de lo que siempre pensé que nunca integraría en mi armario. No entendía esa pasión por el calzado en tonos metalizados, de los cuales no puedo prescindir a día de hoy. Cuando no se que zapatos ponerme algo plata, cobre o dorado siempre lo soluciona. Los bolsos con cadena, los leggins, las botas con flecos, los sombreros Panamá, todo me espantaba.
Desde luego no tenía capacidad para captar su estilo tan personal a la hora de vestir y comportarse, una mujer que siempre ha llamado la atención por su belleza y peculiaridades en muchos otros aspectos.
Pero un niño quiere una madre "normal", no un pivón (jajajajaj) mega fashion, más si pensamos como eran las víctimas de la moda durante lo más hardcore de los 80.

En el fondo ese ha sido le legado que ha dejado en nosotras, no, el de ser unos pivones no, pero si el de vestir con total libertad sin ser sesgadas por ningún tipo de opinión, solo en base a lo que somos y deseamos transmitir.

Con los años he querido recuperar determinadas prendas que si me fascinaron en su momento y han vuelto de rabiosa actualidad pero que un día fueron excluidas de su armario para ser enviadas de misión vete tu a saber donde.

Menudos cabreos preguntando por esto o lo otro. Todo lo que me gusta al verlo en fotos resulta haber pasado a mejor vida en otras latitudes.

Por suerte algún tesoro queda por ahí: Unos zapatos de una tienda megapija de Valencia, con un tacón de los catalogados como aguja mortal hechos para piernas estilo Tina Turner, en escamas multicolor de paillettes, que ni tan si quiera son mi talla pero cuando tuve que aprender a desfilar no dude en adjudicármelos aunque tuviese que recortarme los dedos.

O esa falda de piel específica para cinturitas de avispa que he de usar con un jersey para ocultar una cremallera a punto de estallar o el vestido de crochet al que incorporarle un forro a la de ya, porque vamos, llevarlo o no casi es lo mismo, se te ve hasta el ADN.

Por no hablar de las piezas que fueron y siguen siendo imponibles. No lo sabes, mamá, pero alguna vez nos las hemos enfundado para disfrazarnos y no veas. Que buenas tardes de sábado nos ha regalado tu armario.

Así que por todo esto y muchísimo más: ¡¡Feliz día!!