sábado, 2 de febrero de 2013

El Impresionismo y la Moda


Terminado el mes de Enero, dio por acabada también la exitosa iniciativa de la que voy a hablarte enseguida, tomada por el Museo d’Orsay de París, el cual considero debería ser visita obligatoria si se viene a la ciudad.
Si ya de por sí el propio museo es un placer estético, por lo histórico del lugar (antigua estación de trenes) y por el contenido artístico de valor incalculable que encierra, su inauguración como tal en 1986 lo convirtió en una de las sedes más importantes del arte moderno, Impresionista en gran parte, de las artes decorativas y de la pintura, arquitectura o fotografía de origenfrancés o europeo entre los años 1848 y 1914.
Y hasta el pasado 20 de enero tuvieron la genial idea de realizar otra de sus exposiciones temporales, esta vez dedicada a la moda: El Impresionismo y la Moda. Nada me podría fascinar más: arte, historia y moda juntas y revueltas. J’adore.



Patrocinada por dos nombres del lujo francés (el grupo LVMH y la maison Dior), y en colaboración con el Art Institute de Chicago, el Metropolitan Museum de Nueva York y el parisino museo de moda Galliera, esta muestra que mezcla arte, estética y costumbres moda sociales de la época, ha sido uno de los éxitos que ha cerrado en París la página cultural del acabado 2012.
De mano de Gloria Groom (conservadora de arte de prestigio americana y nombrada Caballero de las Artes y las Letras en 2005) y del director artístico Robert Carsen (habitual de la puesta en escena de óperas en la Scala de Milán, el Royal Opera House de Londres o la Opéra de Paris), la exquisita experiencia de la visita merecía, y mucho, la pena. No te pierdas en el link que aparece arriba la información y algunas de las imágenes en las que se puede apreciar el making of y el montaje de dicha exposición.



Desde el final del Segundo Imperio hasta el inicio de la Tercera República, los Impresionistas se esfuerzan en traducir la metamorfosis del mundo en el que viven y que se encuentra en plena mutación. Con la intención de captar esta sutileza social, los artistas se centran en representar al resto de ciudadanos en sus actividades cotidianas, reflejando también así la manera de vestir. Así se crea un nuevo tipo de obras en las que se representan las llamadas “escenas de género”, y que si extrapolamos al extremo podrían llegar a ser las fotos que vemos en la prensa rosa actualmente.
De ese modo, y como si se tratase de un catálogo no ya solamente social, sino de moda, los nuevos pintores (cuyos nombres ahora nos hacen temblar de respeto, como Cézanne, Monet, Manet, Degas, Tissot o Renoir) se obsesionaron en representar los detalles tanto de las prendas, como de los innombrables accesorios utilizados por hombres y mujeres del momento.



Crinolinas, sombreros, chaqués, calzado, sombrillas, corsetería, vestidos, y un largo etcétera de prendas que en la exposición se acompañan de páginas de revistas de entonces, en las que también se entregaba a las lectoras los patrones de las prendas que ilustraban (vamos, igual que si nos encontrásemos hoy en día el patronaje de un Lanvin en tu número de Vogue).


También, y debido al descubrimiento y evolución de la técnica fotográfica, se podían observar en la exhibición una buena cantidad de fotos de personas de la época (célebres o no, pero por supuesto adineradas) que son los que se daban el lujo de contratar “retratistas” para poder pasar a la posteridad, y que formaban parte de las costumbres de entonces. Las mujeres, entre las amigas y como símbolo de esa misma amistad, se intercambiaban sus propias fotos dedicadas, cosa que ayudó a que la moda avanzase mucho más rápido. Me encanta pensar que traducido a las costumbres de hoy en día sería algo así como etiquetar a tus amigas en tus fotos de Facebook… ¡curiosidades!


La puesta en escena dedica también guiños a nuestra actualidad, porque en una de las salas se pueden contemplar los grandes cuadros de mujeres que, gracias a los espejos y las sillas napoleónicas (con los nombres de los invitados, ilustres personalidades y celebrities de la época) que han sido situados convenientemente, tienes la sensación de asistir a un desfile de moda.


Algodones, muselinas, sedas, raso y encajes, o gabardinas y lanas masculinas, todo representado al detalle creando unlookbook social que bien podría poner la piel de gallina a quienes perciban esta sutileza.
Con la posterior aparición de los primeros grandes almacenes, la mujer tiene acceso a vestidos ya confeccionados y, adelantándose a las demás, la parisina se convierte en el modelo a seguir, dada su osadía y su sentido innato de la elegancia, fama que sigue manteniendo actualmente. En 1867, en la publicación “La Mode et la Parisienne”, la editora Emmeline Raymond publicó una frase que podría perfectamente reflejar el espíritu de la mujer parisina en cuanto a su estética se refiere:“La Parisina cree siempre en ella misma, con convicción, con fervor, sin que esa creencia se vea perturbada por la más mínima duda.” Oh, là, là.



Aunque no solo deberíamos pensar que la mujer de entonces era la que movía el mundo de la moda, puesto que la indumentaria para caballero, aunque por supuesto algo más sobria que la femenina, seguía al pie de la letra las tendencias y dictados de la moda. Así surge la imagen del “dandy”, que aún hoy consideramos como el summum de la elegancia masculina.


Además de las prendas para la vida social, las salidas mundanas (ese saber vestirse para acudir al teatro o la ópera) o el día a día, en la exposición podemos encontrar también reflejados los modelos utilizados para el viaje, con todo tipo de accesorios para el transporte de las prendas, o para el ocio, con vestidos creados para poder pasear por el campo (y sus sombreros de paja, tocados y sombrillas) o incluso para el deporte. Mucho ha cambiado desde entonces el uniforme para jugar al tenis, por ejemplo.


Incluso se dedica un momento también a la ropa íntima, haciendo especial hincapié en las prendas utilizadas por las prostitutas y mujeres “de vida alegre” reflejadas en obras como las de Toulouse-Lautrec, detallando corsets, bustiers, ligueros y botas que harían las delicias de los fetichistas. Tan sensual podía ser la lencería de entonces, que en la obra “Au bonheur des Dames” escrita por Emile Zola en 1883 y dedicada a uno de los primeros grandes almacenes parisinos, se podía leer lo siguiente: “el departamento de tejidos para lencería era como una gran habitación del amor, drapeada de blanco como un capricho de enamorada por la desnudez de la nieve queriendo luchar contra esa luz blanca. Todos los tonos del pálido lechoso de un cuerpo deseado se podían encontrar allí, desde el terciopelo de la zona de los riñones, hasta la fina seda de los muslos o el satén brillante de una garganta expuesta”. Tremendo.

Para refrescar el ambiente después de tanto concentrado de erotismo romántico, la última parte de la exposición nos lleva a un jardín de la época, con su césped y el canto de los pájaros incluidos, en el que poder pasear a través de exquisitos y ligeros vestidos de organza y encajes, y obras que representan escenas campestres de las que tanto gustaba la gente entonces.



Primero, el como siempre elevado precio de la entrada para eventos culturales de este tipo que pretenden con ello filtrar el acceso masificado y limitar la sed cultural del público. Y segundo, el hecho de que a pesar de ese filtro, la exposición estuviese llena hasta los topes y a cualquier hora, haciendo que el recorrido y el poder apreciar los detalles tanto de las prendas como de las pinturas fuese prácticamente misión imposible. Afortunadamente el catálogo de la exposición es un maravilloso libro en el que se recorre intensamente todo lo visto y se extiende a mucha más información sobre la moda de entonces reflejada en el Arte.


Ah, con respecto a las imágenes que ves aquí junto al texto, he de decir que algunas son parte de las entregadas en el dossier de prensa y otras son resultado de las que pude hacer yo mismo, pese a la negativa rotunda de la seguridad del recinto y la prohibición absoluta. Pero… la vida es riesgo.

8 comentarios:

ZEPETIT dijo...

Un recorrido digno de ver.

Zepequeña.

Maite dijo...

No hay museo que me pueda gustar más, y con exposición de moda aún más! Como tu dices, j'adore!

Anónimo dijo...

Me encanta el impresionismo!

http://lookandfashion.hola.com/modaalostreinta/

Mónica dijo...

Gracias por la sugerencia!!!
http://nopuedesnocomprarlo.blogspot.com.es/

Cheska dijo...

Que bonitaaaaa, me perdería por esa estacion de tren admirando todo mínimo detalle, y como no puede ser me conformaré con el libro, le buscaré! Precioso cuadro de Tissot "Seaside".
Que suerte tienes de estar allí y que suerte tengo yo con leerte y mantenerme informada, gracias !

Besos pirata!

Cheska dijo...

Por cierto a mi siempre me pillan con la camara :( no doy una!

JLM de París dijo...

Ese museo es imprescindible!!!
Que tengáis una buena semana! ;-)

Unknown dijo...

Creo es de las mejores expos de moda que se han hecho en muuucho tiempo y mira que en la ciudad se hacen cosas bien hechas, pero desde luego esta es una pasada!!

Gracias!!