Vamos a salir hoy de París
y nos escapamos a la vecina Londres, donde el prestigioso museo Victoria &
Albert Museum ha acogido la exposición Savage Beauty, retrospectiva sobre
el maravilloso trabajo del diseñador Alexander
McQueen.
Desde esta puerta al mundo
de la moda a la que te invitamos a diario, he querido en esta ocasión dejar al
margen lo que sucede en el contexto moda parisino para cruzar el Canal de la
Mancha y visitar en Londres la hiperactiva capital británica, una exposición
con la que he soñado desde que hace unos años tuviese lugar en el museo Metropolitan
de New York (que dicho sea de paso me pillaba un poco más lejos). Pero como los
sueños no se cumplen solos, aquí me tienes, compartiendo contigo uno cumplido,
porque de lo que sí estoy seguro es que al leer (y ver) lo que encontrarás a
continuación, vamos a hacerte soñar. ¿Te vienes?
Ante la imposibilidad de
adquirir entradas para la exposición por adelantado (todo vendido desde hace
meses, a pesar de que la visita se puede hacer casi 24h al día vista la tremenda
demanda), decidí que lo más coherente sería plantarme pronto en la puerta del
propio museo para intentar comprar mi entrada allí mismo. Si te digo que estuve
allí una hora y media antes de que abriesen las puertas, puedes calcular a qué
hora me levanté esa madrugada (pistas: París, metro, tren, Londres, metro,
museo). Allí me planté y en tu fiesta me colé. Ja, eso te crees tú.
Después de añadirme a la ya
tremenda cola, y una vez el museo abierto esperar una hora más, conseguí el
precioso objeto de deseo, mi ticket para poder acceder a la exposición a una
hora concreta durante la mañana (precisión británica). Curiosidades de la
espera fue el hecho de poder saludar a gente que también hacía la fila con toda
paciencia y normalidad, y me refiero a que estuve charlando con el diseñador de
calzado francés del que muchas veces te he hablado, Christian Louboutin.
Una vez dentro, y a pesar
de la edad que uno tiene, sentirse casi con aquella misma excitación de las mañanas
en el día de Reyes y que aflore una sonrisa entre nerviosa y satisfecha al
mismo tiempo.
Que sí, que por fin.
Voy a intentar explicarte
con palabras lo visto, pero si eres como yo una persona a la que le apasiona la
moda (por vocación, profesión y placer), y encima tan fan del trabajo de
Alexander McQueen, no hay palabras suficientes en ningún idioma de los que
hablo para transmitirte la experiencia.
Savage Beauty
(belleza salvaje) es el título de este homenaje, solamente superable por otro
como “tremenda bofetada visual” (dicho así por seguir manteniendo cierta
elegancia), porque salvaje es el golpe estético que te llevas encima. Yo aviso.
Y es que no solamente el
ambiente recreado está fantásticamente conseguido con una sutil iluminación y
una banda sonora deliciosa, sino que además los decorados en los que se aprecian
los modelos son de lo más apropiado a cada uno de los temas, intentando recrear
los que en su día se realizaron para los correspondientes desfiles. Soy una
persona de detalles, y me suelo fijar mucho en ellos. Pues al responsable de
escenografía no se le escapó ni uno. Afortunadamente.
Recorrido de diez salas en
las que observar (admirar, desear) modelos originales surgidos desde su primera
colección de graduación en 1992 hasta la última inacabada en 2010, y
organizados por temas concretos, como son los siguientes:
London
La primera de las salas que
es la que inicia el recorrido muestra en una gigantesca pantalla de vídeo de
fondo los primeros shows del desaparecido diseñador Alexander McQueen,
originario de Londres, y algunos de los modelos surgidos de esos desfiles.
Desde su primerísima colección que le sirvió para graduarse de la Central Saint
Martins, bautizada como “Jack el
Destripador acosa a sus víctimas” y en la que utiliza cabello humano para
coser en el forro de sus chaquetas hasta prendas de su colección “Los pájaros” (verano 1995) o el famoso
pantalón bumster bajo-bajísimo de
tiro que fue lo que lanzó su reputación a nivel internacional con la
escandalosa colección “Highland Rape”
(invierno 1995-96). Un pantalón muy descarado que presentaba el pubis como
centro de atención de quién lo llevase. Golpe fuerte en cuanto a prenda y a
historia de la moda, porque desde el smoking o la sahariana de Yves
Saint-Laurent, nadie había aportado una prenda nueva a la moda. Ahí queda eso.
Savage Mind
En esta sala, segunda de la
visita, se concentra la esencia primera del diseñador, quien empezó aprendiendo
rigurosamente la sastrería en la firma británica Savile Row. Conociendo
perfectamente el entramado del patronaje, deconstruye las prendas radicalmente
innovando en el concepto de sastrería pero manteniendo a raya la sofisticación
rigurosa de la misma. Inicios de una clara mentalidad complicada y creativamente
explosiva.
Romantic Gothic
Si el minimalismo
contextual de las dos salas precedentes te ha parecido algo aséptico, de
repente llegamos a la zona bautizada como Gótico Romántico, y es entonces
cuando lloras. Y no de pena.
Te encuentras rodeado de un
exquisito ambiente entre medieval y romántico, con lujosa madera y dorados
haciendo la vez de expositores en los que ves prendas como el abrigo de plumas
de pato pintadas con oro de su última e inacabada colección “Ángeles y Demonios” (invierno 2010), que
ves en la foto de arriba en el centro, y con el que te das cuenta del efecto
que lo bello puede hacer en tu percepción y sensibilidad.
La oscuridad del resto de
las prendas de la sala, perfectamente vinculadas a ese amor por el estilo
victoriano que sentía el creador, no deja de ser menos impactante, con prendas
salidas de colecciones como la siniestra “El Cuerno de
la Abundancia” (invierno 2009) o “Supercalifragilísticoexpialidoso”
(invierno 2002).
Romantic Primitivism
Y de la elegante exuberancia
previa, a la parte más animal del ser humano. Nos adentramos en una cueva
construida con huesos y calaveras, como las catacumbas, en la que la única
fuente de luz es un ojo gigantesco que te observa desde el techo y en el que el
juego de luces hace que, con la música, el lugar sea excitante y angustioso a
la vez. Bravo por el decorador, porque aunque hubiesen metido prendas de
mercadillo allí, el efecto podría haber sido bueno. Pero no, estamos hablando
de prendas concebidas por un genio.
Rescatadas de colecciones
como “Ahí afuera es la Jungla”
(invierno 1997) o “Eshu” (invierno
2000) los modelos presentados tienen cortes salvajes, líneas prehistóricas y
los materiales utilizados son tan orgánicos como la inspiración que los
inventa, pieles, pelo de caballo, fósiles animales… bestial.
Romantic Nationalism
A continuación, de vuelta a
la opulencia y orgullo patrióticos al adentrarnos en el contexto de sofisticada
marquetería, donde podemos casi tocar (he dicho casi, que si no te cortan las
manos) los modelos de “Las Viudas de
Culloden” (invierno 2006), con sus exquisitos tartanes escoceses y encajes
artesanales, o los imperiales surgidos de “La
Chica que vivía en el Árbol” (invierno 2008), colección que con solamente
dos colores (blanco y rojo profundo) consigue representar toda la grandeza de
los árboles genealógicos reales de los marajás en las colonias inglesas.
Majestuosa sobriedad, pero explosión de lujo. God save McQueen.
The Cabinet of Curiosities
Y de repente, apareces ahí,
en el Gabinete de las Curiosidades.
Bien, si algún día
desaparezco, es posible que me encontréis allí, pero dejadme morir dentro.
Un cubo oscuro, con
estantes del suelo al techo repletos de prendas, objetos, accesorios, pantallas
con los desfiles y todo lo que se te pueda ocurrir del universo creativo de
Alexander McQueen. Los zapatos pezuña de “Plato’s
Atlantis” (verano 2010), los tocados de “Voss” (verano 2001), las prótesis de “Es solo un Juego” (verano 2005), vamos, un sin parar de abrir la
boca y los ojos como platos. Yo hubiese bautizado esta sala como la cueva del
tesoro, tal cual. En el centro de la misma, un maniquí giratorio representando
uno de los momentos más apoteósicos de los shows del diseñador (lo suyo no eran
desfiles, eran espectáculos en toda regla), el final de la presentación de la
colección “N°13” (verano 1999). Aquel
momento sublime en el que la top model y bailarina canadiense Shalom Harlow se
ve agredida por dos robots artistas que pintan en directo su vestido de una
dramática manera.
Pepper’s Ghost
El acceso a la estancia
siguiente se realiza a través de un pasillo oscuro en el que un vestido al
estilo “Oyster dress” (vestido ostra) da la bienvenida y paso a una instalación
piramidal, en la que bajo una exquisita melodía sacada de la banda sonora de la
película La lista de Schindler aparece poco a poco una Kate Moss melancólica
danzando en un etéreo holograma, tal cual sucedió en el final del desfile que
presentaba “Las Viudas de Culloden” (invierno 2005). Pelos de punta. Kate. Kate. Kate.
Romantic Exoticism
El exotismo romántico viene
dado al llegar a un recinto de espejos en el que por todos lados puedes
apreciar así la sofisticada artesanía en los bordados de piezas sacadas de
colecciones como “Es solo un Juego”
(verano 2005) o “Voss” (verano 2001).
Espectacular trabajo
artesanal en el que el resultado sobre las sedas, brocados y rafias es pura
delicadeza, sin dejar de lado la incrustación de materiales tan poco habituales
como las láminas irisadas de moluscos que forman corazas de lágrimas bajo las
aberturas de los vestidos. Ya puedes cerrar la boca, gracias.
Pero por si eso te sabía a
poco, al final de la sala aparece un cubo de espejos en el que el público se
refleja (tal y como sucedió con los invitados al front row del desfile en sí,
momento incómodo para aquellos egos desmesurados enfrentados a su propio
reflejo). Pero es que, exactamente igual que quiso McQueen para aquel desfile
de “Voss”, poco a poco la iluminación del interior del cubo hace aparecer una
sala acolchada, al más puro estilo hospital psiquiátrico, en el que las modelos
(maniquís en este caso) desfilaban de una manera enfermiza y surrealista. Golpe
magistral una vez más.
El vestido de plumas de avestruz rojas y negras y
abalorios de metacrilato que en su momento luciese la modelo Erin O’Connor, es
sencillamente una joya.
Romantic Naturalism
A estas alturas de la
exposición, mi sensibilidad profesional tiene palpitaciones, porque cada paso
es un festival de emociones y bofetadas visuales. Pero no se vayan todavía, que
aún hay más.
Salir del hospital
psiquiátrico, para llegar a la paz de la naturaleza. Papel pintado con
ilustraciones botánicas y animales, cantos de pájaros y vitrinas en las que
aparecen modelos de las colecciones “Sarabande”
(verano 2007) con esos juegos de volúmenes y postizos y las cascadas de flores,
el vestido de novia de “Las Viudas de
Culloden” (invierno 2006) con el tocado de cuernos de ciervo o la ingeniosa
transformación de plumas de codorniz en aparente tejidos. Curioso además el ver
que cientos de moluscos de navajas blancas forman un vestido, y a pocos
centímetros comprobar la majestuosidad del “Oyster dress” (vestido ostra) de la
colección “Irere” (verano 2003) en el
que las cientos de capas de volantes de tejido imitan perfectamente la
superficie irregular y rugosa de una ostra. Por si habías cerrado la boca.
Plato’s Atlantis
Como era de esperar, la
última etapa de este recorrido hipnótico de moda y arte está dedicada a la
penúltima colección que Alexander McQueen presentó con vida, “Plato’s Atlantis” (verano 2010) y cuya
identidad visual fue tan comentada por lo radicalmente futurista.
A la historia pasarán
también los tres tipos de calzado presentados en este desfile (con el imposible
modelo pezuña o armadillo como protagonista), en el que la inspiración venía de
la futura supervivencia del ser humano bajo el mar, debido a la progresiva
destrucción de los recursos naturales sobre la tierra. Una aparente sencillez,
que no tenía nada de eso porque el patronaje de los diseños, los estampados
(pieles de serpiente, conchas de tortuga) y los bordados de piedras hacen de
las prendas joyas venidas de generaciones futuras, para alertarnos de lo que
deberíamos tener en cuenta.
En general, las más de 240
piezas de accesorios, joyas, complementos y looks completos que se pueden
presenciar (admirar, desear… repito) en este sublime homenaje al trabajo de
McQueen, solamente me hacen pensar en una cosa, que quizás compartas conmigo.
El querer haberle dicho: “Gracias, genio”.
2 comentarios:
¡Una auténtica maravilla! Me encantaría poder ir. Has hecho una crónica estupenda.
Muack!
Amparo
OMG! 😮
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