Este año la temporada de invierno nos ha tomado el pelo.
Se ha ido alargando el frío y el mal tiempo hasta estos últimos días sin poder hacer una previsión real (con honestidad, comenzar la puesta apunto para quitarnos prendas y lucir más piel) de la llegada del inminente verano.
Para ello nada como un entrenamiento (intensivo) en el
Hotel Asia Gardens.
Un cachito de Tailandia traído hasta Benidorm.
Un fin de semana en el que inaugurar temporada bajo los cuidados de un equipo de especialista en tratamientos de belleza y cocina, darle al bronceado gracias al microclima de la zona y zambullirse en alguna de sus piscinas descubiertas y climatizadas.
Comenzar la mañana fuera del entorno habitual, con vistas al mar (eso si, con una ciudad colosal de rascacielos por medio que me recuerda a Shanghai) no tiene parangón.
El mar y un buen té, me dan la vida.
El ritual del té es para mi (no voy a decir un ritual de belleza) una adicción.
Sí, bebo té como una enferma.
Menos mal que mi ritmo habitual de obligaciones casi ha desaparecido y me tomo el gran lujo de disfrutar de este momentazo (he de aprender a servirlo así) libro en mano.
Me prometo no conectar el ordenador.
Y la promesa tardo en romperla media horita.... ¡Algo es algo!
Parte esencial de los cuidados ofrecidos son los masajes.
Si de algo puede presumir el hotel es del equipo de masajistas traídos expresamente desde Tailandia quienes practican los tradicionales masajes, los cuales se realizan vistiendo tal que así, o bien, mis favoritos....
Los realizados con aceites para relajar y descontracturar el cuerpo al completo.
La parte más física de esta puesta a punto "a mi manera" es por supuesto intensificar el trabajo físico.
Descubrir Yoga Bikram ha sido para mi la tabla perfecta de ejercicios a compaginar con otras actividades.
Ataca mis puntos débiles (espalda y falta de elasticidad), refuerza los fuertes (equilibrio y tren inferior potente) y sobre todo me desvincula del planeta al completo al estar 2 horas sin acceso al teléfono, ese gran cordón umbilical.
Cuando lo practico al exterior, busco algún lugar apartado, apacible y poco transitado.
Tener público no me ayuda en absoluto a la poca concentración que consigo y tampoco me apetece montar espectáculo.
En el hotel hallé el espacio perfecto, una zona de cabañas, cerca de donde se practican los masajes tradicionales tailandeses al aire libre, fuera de miradas curiosas y en un silencio parcial, solo el sonido del agua y los árboles, rodeada de naturaleza.
Por último, la parte más relevante: la alimentación.
Somos lo que comemos.
Y esta es la premisa que más ocasiones se me olvida.
Viajes, eventos, comidas y cenas de trabajo, cambio de horario por falta de rutina....
Todo esto hace que sea un tanto caótica en este aspecto y acabe achacándolo.
Así que un poco de orden, horarios y cocina cuidada, va a ser la gran salvación.
En el hotel disponen de varios espacios con especialidades asiáticas, francesas, mediterráneas, fusión, cocina de autor, asador.....
Soy una fanática de la comida oriental, con la cual disfruté como una enana. Pero todo aquel que tenga la oportunidad de visitar el hotel le recomiendo pruebe las delicias de la zona.
Hortalizas frescas, pescado y marisco autóctono, arroces...
y algún capricho.
Al final regresé tan poco bronceada como llegué (los shorts en ciudad todavía no están aptos para lucir) pero renovada.
A veces alejarse, perderse, comenzar de nuevo está más cerca de lo imaginado.
P.D: He descubierto una nueva gran afición. Fotografiar platos de cocina.
¡¡Aterrizo en Pinterest!!
Y me tienta Instagram que es una enfermedad.
:D