El Museo de Artes Decorativas de París (que supongo identificarás a estas alturas como visita imprescindible), nos ha hecho disfrutar recientemente de una extensa e intensa exposición de indumentaria bajo el nombre de “Fashioning fashion” (Creando moda).
Trazando un recorrido por la moda europea entre 1700 y 1915, se presentaron más de un centenar de trajes femeninos y masculinos provenientes de colecciones privadas de dos anticuarios (Martin Kamer y Wolfgang Ruf) adquiridas no hace mucho tiempo por el LACMA (Los Angeles County Museum of Art). Con esta iniciativa se tuvo como objetivo el querer narrar el origen de la Alta Costura actual (que no aparecería hasta principios del siglo XX de la mano de Worth).
En una escenografía creada por Frédéric Beauclair y ambientada con luz tenue para no agredir las prendas históricas, se podían descubrir poco a poco una larga lista de tejidos, complementos y detalles de confección, que bien podríamos identificar con la actualidad de la moda.
Con las numerosas influencias de la literatura, que explicaba con detalle las maravillas de todo lo oriental y exótico de los destinos lejanos, y la apertura del comercio entre Oriente y Occidente que traía nuevos tejidos o nuevas actualidades sociopolíticas, la moda de entonces intentaba reflejar todas estas novedades y acontecimientos, dando cambios a siluetas, tejidos (indios y turcos), estampados (chinescos o vegetales) o mensajes en las prendas que son más que habituales hoy en día (sí, la camiseta con textos no es una novedad nuestra).
Curiosidades como muestra un abrigo “a la polaca”, compuesto por tres partes y que hace directamente referencia al reparto de Polonia en 1772 entre las tres potencias que fueron Austria, Prusia y Rusia. O un chaleco masculino que fue prácticamente utilizado como pancarta en tiempos de la Revolución Francesa para exigir el fin del absolutismo.
Otra de las grandes diferencias estilísticas que nos enseñan durante el recorrido se basa en la geografía de la moda, puesto que a pesar de que Francia era el país más influyente en cuanto a moda en todo Occidente, lo que se llevaba por ejemplo en París tenía muy poco que ver con lo que era tendencia en Inglaterra.
Los primeros, viviendo en la Corte, llevaban un tipo de moda suntuoso, recargado de bordados solemnes y materiales lujosos y con siluetas rígidas y encorsetadas. Los ingleses, por su parte (y siempre centrándonos en las clases sociales elevadas, quienes eran los que seguían y se podían permitir la moda), como no vivían en palacio sino cada uno en sus castillos y mansiones, tenían que adaptar su indumentaria al contexto del campo, con lo que la moda era mucho más sencilla y cómoda.
Aunque al principio hubo burlas y reticencias ante la moda británica por parte de los franceses, poco a poco fueron cediendo y adaptando las prendas, gracias en mayor parte a una de las primeras fashion victims de la Historia, la reina María Antonieta quien decidió desencorsetarse un poco y utilizar algunos modelos de vestidos mucho más ligeros consiguiendo imponerlos en el armario de la aristocracia francesa.
Con la llegada de Napoleón, el corsé desaparece, la línea de la silueta cambia totalmente (con el famoso talle Imperio que impondría Josefina, aficionada al arte clásico griego). Así también se mantienen los bordados en materiales preciosos como el hilo de oro, pero los tejidos tales como el terciopelo son sustituidos por otros como el algodón, la muselina y el cachemir, que a pesar de ser mucho más sencillos no dejaban de demostrar el poder del gobierno napoleónico, al importar tales materiales de sus territorios conquistados.
Reflejos de la sociedad y la política que comprobamos de nuevo con la Revolución Industrial, puesto que aparecen las crinolinas y varillas metálicas para dar forma a la silueta (diversos tipos a lo largo de todo el siglo XIX), al mismo tiempo que la profusión de bordados ya no hechos a mano, sino mecánicamente. Es digamos el nacimiento de un prêt-à-porter tal y como lo conocemos en el presente y que todavía tardaría unas décadas en desbancar a la costura tradicional (a mano), ya que la máquina de coser fue inventada por Barthélémy Timmonier en 1830, facilitando y multiplicando la producción de prendas.
La industrialización favorece también las ventas, y sobre 1860 la sociedad promueve la adquisición de diversos modelos para un mismo día si se quiere ser una persona elegante y con clase (según la prensa femenina y los manuales de buenas maneras de la época). Esta locura (prácticamente impensable para nosotros en el día de hoy) obligaba a la mujer de entonces a cambiarse unas cinco veces según sus actividades cotidianas, un modelo para dormir, otro para por la mañana si no se salía de casa, otro diferente si se salía para ir a hacer las compras o los recados, otro look diferente para realizar visitas o si no, otro distinto por si las visitas venían a casa a la hora del té. Sin contar los trajes de noche (distintos si se iba a cenar o a la ópera), o los de las incipientes actividades al aire libre (los viajes, el tenis, los paseos en barca). Por eso, el equipaje para un fin de semana en el campo necesitaba de unas grandes maletas, que un tal Vuitton, muy listo él, empezó a fabricar y a vender como churros.
Ya en el siglo XX, en 1906, el todopoderoso modisto Paul Poiret transforma radicalmente la estética femenina imponiendo las líneas rectas y fluidas, prohibiendo a sus clientas el uso del corsé, e instalando una estética orientalista inspirada en la pieza “Les Ballets Russes” de Serge Diaguilev de donde se inspira para crear pantalones harem, turbantes con plumas o túnicas envolventes.
En cuanto a la moda masculina, no tan evolutiva o radical como la de mujer, después de la extensa utilización del look a la francesa (chaqueta redingote, chaleco, tricornio y atención, zapatos con tacón rojo), el cambio más importante se debe al estilo impuesto por George Brummell (1778-1840) que no es otro que el pionero del Dandismo, con sus líneas gráficas y sus siluetas marcando el cuerpo y los accesorios como los exquisitos sombreros de copa.
A pesar de la poca variedad de patronaje, la profusión de detalles en bordados, cierres y accesorios (como los gorros o batines orientalistas para estar en casa), la moda masculina era igual de rica (y seguida estrictamente por los hombres) como la femenina.
Y es que no podemos obviar el hecho de que ese periodo de la historia de la moda fue tan fructífero, que aún hoy en día sigue inspirando a los creadores de lo que ves en las pasarelas, que vuelven una y otra vez a rebuscar en los archivos visuales de entonces, para que se vuelva a llevar en la calle.
3 comentarios:
Está claro que en mi próxima visita a la ciudad tengo que pasarme por este museo!!
Esta claro que toda la moda de hoy en dia se basa en épocas pasadas reformadas a nuestro tiempo actual.
Me ha encantado la historia pirata!!
Besos:)
Cómo me gusto la expo!! Y la guía que tuvimos!
Una crack.
GRACIAS POR TUS POSTS!!
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