Hasta el 19 de mayo se puede disfrutar de la exposición Mannequin, Le corps de la mode (La modelo, el cuerpo de la moda) en el « Museo Galliera fuera de contexto ».
Mientras continúan las obras en el museo original, el nuevo contexto no es otro que el contemporáneo edificio de los Docks, maxi araña verde fluorescente asomada al río Sena y que se ha convertido en uno de los nuevos puntos fashion de la ciudad, alojando exposiciones, tiendas y desfiles durante la diferentes fashion weeks.
Y sabiendo lo que me interesa el mundo del modeleo, si añadimos que hace muy poquito ha sido mi cumpleaños, pues me he regalado esa visita, con lo que te puedo decir que bien merece la alegría, y no la pena.
La modelo o maniquí es una actriz esencial en la difusión de la moda, puesto que creada para ella, encarna las contradicciones de una industria que se debate entre creación y comercio (que al fin y al cabo de lo que se trata es de vender), y su principal actividad es la de producir imágenes. De las primeras fotografías del siglo XIX hasta las actuales páginas de revistas, publicidad o vídeos, la imagen de la modelo es reproducida al infinito. Y en esta exposición nos demuestran la moda, pero no desde el punto de vista del diseñador o ni siquiera del fotógrafo, sino directamente desde el punto de vista de la modelo.
Alrededor de 200 fotografías (cuya mayoría proviene de las colecciones del Museo Galliera), vídeos, revistas o libros han sido reunidos para ello, todo firmado por grandes nombres como Helmut Newton, Erwin Blumenfeld, Demarchelier, Nick Knight, Juergen Teller, y comparten protagonismo y espacios con objetos tales como maniquíes de costura, de escaparate, prendas, etc… Como el curioso maniquí a la imagen de la mítica modelo española Violeta Sánchez, musa de los grandes creadores en los años 80.
El maniquí (nombre como se conocía en sus inicios a la profesión de modelo) toma prestada esa denominación profesional de las estructuras humanoides hechas en mimbre que servían de modelo en el s.XIX en los talleres de los modistos, y que se utilizaban para mostrar las confecciones a las clientas.
Así se dio paso a los primeros maniquíes de carne y hueso, que aunque debían permanecer
en un segundo plano casi como “objetos inanimados”, con su movimiento resaltaban mucho mejor el valor de las prendas presentadas.
En su origen, las modelos llevaban un vestido ceñido negro sobre el que se ponían las prendas a lucir (y así evitar el contacto entre la piel y el diseño), y el modisto modificaba y retocaba directamente sobre el cuerpo de la modelo, clavando alfileres muchas veces más allá de la tela. Las clientas dirigían a las modelos a su antojo: “muévete así, ven aquí o ves allá”, y al ser una profesión que básicamente utilizaba el cuerpo para comercializar se consideraba completamente una deshonra. Además, lejos de la imagen de la modelo que tenemos hoy en día, las de entonces eran mujeres físicamente normales (puesto que las clientas debían identificarse con ellas, y no soñar idealizándolas), y hasta diría yo que eran tirando a feas, por aquello de que la guapa, tenía que ser la clienta.
En 1924, el modisto Jean Patou “importa” a París modelos venidas de Estados Unidos, por ser “más altas, más atléticas y con los tobillos más finos” que la media europea, y es ahí cuando la diferencia física entre la modelo y la mujer común empieza a radicalizarse. A las profesionales se les sigue considerando mujeres “alegres”, hasta que a partir de la Segunda Guerra Mundial, el oficio de modelo comienza a adquirir un poco más de prestigio y reconocimiento, y se valora la personalidad de cada una de ellas. Nombres como Dovima o Dorian Leigh encarnan el ideal de la belleza y el glamour tan característico de la mujer de la época, hasta que llegados los años 60, se impone la frescura de la juventud y aparecen rostros como los de Jean Shrimpton o Leslie Hornby, más conocida por el sobrenombre de Twiggy.
Surgen también las primeras agencias de modelos importantes, especialmente en Estados Unidos con Wilhelmina y Ford (ya que en Europa todavía había algo de recelo con respecto a la reputación y ética del oficio), la profesión de modelo se establece como una necesidad y como una opción de carrera vertiginosa.
Gracias al apoyo de los diseñadores y los fotógrafos, se empiezan a crear auténticos iconos de moda, y las caras que se ven continuamente se asocian por fin a los nombres, tales como Anjelica Huston, Lauren Hutton, Marissa Berenson, Gia Carangi, Imán, Pat Cleveland o Elle McPherson hasta que el progreso mediático es tal, que a finales de los años ochenta, surge el fenómeno de las Top-Models, con aquellas mujeres ideales e idealizadas que convierten a la moda en un espectáculo de egocéntrica belleza y cuyos nombres hacen sombra a los de las creaciones que llevan puestas.
Linda, Cindy, Christy, Naomi y Claudia (y alguna que otra más) dejan el listón muy alto, puesto que ya no hablamos solamente de físico, sino de marketing propio y de profesionalidad. Tan alto, que el fenómeno termina por cansar y aparece la antítesis de estas mujeres, con una tal Kate Moss, pequeñita y flacucha, catapultada a la fama por unas fotografías de Corinne Ray y Calvin Klein, y que se convierte en el eslabón evolutivo de esta cadena de supermodelos, quienes a pesar de todo, siguen trabajando actualmente. Como Kate, que sigue dando guerra todavía hoy, y cuya larga carrera profesional bate récords, tal es su cóctel de físico original, carisma y competencia laboral.
Desde entonces, el fenómeno supermodelo se ha apagado un poco en la sociedad, y solamente los profesionales del medio conocen los nombres de las chicas que triunfan hoy en día, mucho más serias, mucho más cercanas, mucho más profesionales y con un físico más adaptado a la evolución de los cánones estéticos contemporáneos. De Gisele à Cara han pasado muchos nombres porque la carrera de modelo en la actualidad es efímera, y el mercado quiere cambios rápidos, como la propia industria y la sociedad actual lo requieren.
Formateada, clonada, retocada por el maquillaje y el maldito-bendito Photoshop, y con las poses estudiadamente artificiales, la modelo responde a un ideal de belleza femenino que poco tiene de común y que con esas determinadas normas físicas y estéticas responde más al idealismo de un sueño que se quiere vender, que a la propia realidad.
Pero el maniquí, la modelo, seguirá identificando en movimiento la mejor manera de poder llevar la moda, siempre y cuando el ser humano no decida dejar de llevar ropa, claro.
6 comentarios:
qué chula la exposición... me encanta ver cómo ha ido evolucionando el tema de los maniquíes y modelos. Debería haber más exposiciones como ésta porque son muy enriquecedoras.
Gracias por compartirlo!
www.chezagnes.blogspot.com
Muuuy interesante, gracias!
En primer lugar muchas felicidades Pirata!!
La expo que nos traes es de lo mas interesante, las top como Evangelista por cierto una de mis preferidas las recordaremos siempre, ellas fueron sin duda las pioneras que marcaron una epoca importante en el mundo de la moda.
Genial tesoro pirata!!!
Besos:)
Muchas gracias por seguir estando ahí.
¡Un beso grande! ;-)
Me ha fascinado y encantado este post! Gracias!
Increíble, maravillosa!!
Gracias por mantenernos al tanto de todo lo que ocurre en Paris!!
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