Vista la actividad moda de París y la reputación que ello tiene, en ocasiones te he comentado como se las gastan las habitantes de esta ciudad para vestirse, pero nunca antes me había puesto a pensar en cómo se viste la más imponente de las parisinas.
Sí, igual piensas también que he perdido el sentido, pero claro viviendo en París eso está más que justificado y de mil y una maneras… donc voilà.
El caso es que sí, que esa señora impresionante, icono mundial del país y reconocible hasta con el más mínimo boceto de su perfil no solo inspira la moda sino que también la sigue, que para eso es parisina cien por cien. La Dama de Hierro, como la conocen aquí, también es fashion, y mucho.
Digamos que su fondo de armario es el vestido de diversas capas de pintura que lleva, elemento básico para la protección de su estructura metálica contra lluvias, ácidos, contaminación atmosférica y palomas con mala puntería, que aquí son millones. Vestido que pesa sesenta toneladas y que ha cambiado diecinueve veces desde su construcción en 1889, o sea cada siete años aproximadamente.
Este vestido pintado fue en un principio en tono amarillo ocre, pasando después al castaño rojizo y estableciéndose desde 1968 en un color similar al bronce y bautizado como “el tostado Torre Eiffel”, que por supuesto usa en exclusiva, que para eso viven en la ciudad de la Haute Couture.
Y es que para confeccionarle este modelito único que cuesta unos cuatro millones de euros, unos veinticinco artesanos pintores (y sin vértigo) tardan dieciocho meses en pintarla entera con brocha y a la mano (aerosoles excluidos, s’il vous plaît), porque claro, en cuestión de talla… la Torre Eiffel usa la talla 250.000 m², o sea que imagina.
Lo interesante también es saber que dicho color lo lleva puesto en tres tonos distintos desde el más oscuro al más claro (desde su base hasta la cúspide) para que gracias a la perspectiva y a la luz en la altitud, el ojo humano perciba un solo color uniforme desde la distancia. Haute Couture te digo.
Digamos también que con tantas atenciones, para salir por las noches necesita verse espectacular y se viste de luces. Desde que en 1889 empezó llevando lámparas de gas, su indumentaria nocturna ha cambiado unas cuantas veces con el progreso de la electricidad y el buen hacer de la ecología (gasto energético al mínimo posible, que esto es la Ciudad de la Luz, pero no la ciudad con un presupuesto sin fin). El 31 de diciembre de 1985 y gracias al ingeniero de iluminación Pierre Bideau, se inaugura un nuevo sistema que continúa en la actualidad, en el que unos 336 proyectores de luz a base de sodio a alta presión y que se iluminan en menos de diez minutos juegan con las veinte mil bombillas (cinco mil por cada lado) dando luz dorada para ponerla guapa. Desde la Nochevieja de 1999 y con el cambio de milenio, se instaló un sistema de flashes en forma de diamante que aunque en un principio estuvo pensado para durar poco tiempo, ante el rotundo éxito conseguido volvieron a instalar y se estableció como definitivo, y que hace que la señora torre brille apoteósicamente desde que anochece, a cada hora punta y durante diez minutos de parpadeo sin stop hasta la una de la madrugada. La más guapa de la fiesta, cada noche, enamorando e inmovilizando a todo aquel que la mira, como Medusa, pero en mucho más engatusadora.
Como cada uno de nosotros que vivimos y sufrimos adoramos esta capital, también ella tiene que hacer frente a este clima tan particular, siendo por alta la primera que recibe lluvia, nieve e incluso rayos, porque por ende es el pararrayos oficial de la urbe, pero ella tan estoica no se queja y aguanta lo que le echen, orgullosa y con la cabeza bien alta.
Y con lo presumida que es a pesar de la edad que ya tiene, necesita cambiar de indumentaria con relativa frecuencia, y para estar a la última, se sale del circuito moda establecido y sigue las tendencias socioculturales, porque para moderna, ella.
Perfecta anfitriona ya que resulta que es la que más visitas recibe del mundo entero (sí, sí), está al día de todo lo que pasa en los países de aquellos amigos que vienen a verla (unos 7 millones al año) y que le cuentan sus andadas admirándola; y de vez en cuando decide vestirse rindiéndoles homenaje.
Del rojo integral para celebrar el Año Nuevo Chino en el año 2004, o con top blanco para recordar a la amistad que la une a Turquía, pasa a un color-block en colores de la bandera de Sudáfrica, como durante la pasada Copa del Mundo de fútbol o a los colores del equipo de rugby al celebrar el Campeonato Mundial de este deporte tan popular en Francia en territorio nacional.
Icónica en azul intenso con estrellas al ser en 2008 el año de Francia en la presidencia de la Unión Europea, o multicolor para su 120° Aniversario en 2009… o también para los fuegos artificiales del 14 de julio de este mismo año, más gay-friendly que nunca celebrando un recién aprobado matrimonio para todos.
Desde sus vertiginosos 324 metros de altura nos observa, poderosa, y con su halo de luz giratorio indica siempre al más perdido cuál es el camino de vuelta a casa. Por eso, la Dama de Hierro es París.
Y París la ama.
3 comentarios:
Que bonita es! recuerdo la primera vez que la vi, tuve una sensacion muy magica y eso me gustó pero lo mejor de todo es que cada vez que voy sigo sintiendo lo mismo.
Me encanta pirata!!!
Besos:)
Como me gusta esta dama!!
Tres jolie, la dame.
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