Zapateando

Vista mi particular afición por el calzado, doy por hecho que si me hubiese dedicado a otra profesión ésta habría sido probablemente la de crear zapatos.

Además pienso que el calzado es uno de los accesorios más importantes en el vestir, el cual muchas veces no es considerado con tanto importancia como debiera.

Sin ir más lejos y para darte cuenta de su trascendencia te puedes parar a pensar en Dorothy, que no hubiese vuelto nunca a casa ni a Kansas sin sus zapatos de rubíes rojos; o en el Gato, que no habría sido tan famoso si no llevase sus botas.

Lo de Cenicienta, e ir dejándose zapatos de cristal perdidos como si nada, es otro espinoso tema…

Para empezar, el zapato es el que, envolviendo tus pies, soporta el peso y movimientos de todo tu cuerpo, con lo que tendría que ser por lo menos cómodo y funcional. Dicho esto, y porque me imagino algunas caras de satisfacción ajenas, he de recordar que algunos zapatos planos son incomodísimos y que muchos otros de tacón que parecen imposibles se adaptan perfectamente a la ergonomía del pie. Del mismo modo que has de adaptar tú el calzado a tus actividades, porque obviamente no te vas a ir de caminata por el monte con sandalias de tacón de aguja y plataforma, ni a la playa en derbies cerrados.

Pero todo ello se puede hacer con estilo.

Dejando a un lado que en mi propia casa haya prácticamente más zapatos que metros cuadrados de superficie (en la primera foto se ven solo unos pocos), y sin citar esas piezas casi de colección que se presentan en los desfiles, quiero echar un vistazo contigo al calzado de París. El que se puede comprar en las tiendas y el que se utiliza, y nunca mejor dicho, a pie de calle.

Como en cualquier parte, el calzado que la gente utiliza es directamente proporcional a la situación en la que lo va a utilizar. En la imagen superior puedes apreciar la tremenda diferencia de estilos entre los zapatos de arriba (anónimos en el metro de París), y los de abajo (anónimos invitados a un desfile de moda).

El mercado del zapato mueve alrededor de 8 millones de euros en todo el país, y estudios realizados muestran que el ciudadano compra entre tres y cuatro pares de zapatos al año por término medio, incluyendo calzado de vestir, de deporte o de ocio.

 

Y es que además de la personalidad y el presupuesto que le quiera o pueda dedicar cada uno, el enorme abanico de puntos de venta de calzado en la capital francesa ofrece muchas posibilidades.

Nombres y firmas tan ilustres como Roger Vivier, Robert Clergerie, Repetto, Rodolphe Menudier y el archiconocido Christian Louboutin (léase “lubután”), visten los pies con un particular conjunto de calidad y diseño de alto standing.

El resto de piernas de los ciudadanos (la gran mayoría) se accesorizan con calzado adquirido en firmas de zapatería como André, Minelli, Bata o San Marina, que junto a lo que se puede encontrar en cadenas de moda internacionales (Zara, H&M…) o en las incontables tiendas de zapatos de barrio, forman un surtido de lo más diverso.

Generalmente la ciudad de París se visita mirando hacia arriba, a los monumentos. Te invito a que la próxima vez que vengas, también la visites mirando hacia abajo porque el hecho de que además, la ciudad esté constantemente invadida por los turistas con sus zapatos de todo origen y de todo tipo, recrea un panorama de calzado tal que el paisaje a ras de suelo es de todo menos aburrido.