
Hoy vengo con ganas de reírme de mi misma.
Porque si. Porque lo necesito. Porque las neuronas las tengo sofocadas con tanto cambio de ciudad y a consecuencia, temperaturas y clima.
Que digo, ahora que nos habíamos acostumbrado a con la excusita del volcán vivir medianamente atrapados en nuestras ciudades, y deshabilitados de tomar trenes, barcos y autobuses copados hasta los topes por "poderos" (jajajajaj) hombres de negocios, volver a la vida de los aviones (trenes, barcos, autobuses, ahora si, para los habituales) a horas intempestivas (y aguantar señores con traje chaqueta) es un infierno al que uno se desacostumbra rápidamente. ¿Que no tendremos una erupción de estas una vez cadaaaaaa.....tres meses? ¡¡Tampoco pido tanto!!
Pero bueno, por ahí no iba la cosa.
El otro día recibo esta foto de la fiesta de Premios Solidarios de la revista Telva, la cual había llegado al correo de una amiga periodista, quien ha decidido bautizarte como "Sociality".
Me encanta. Como para no encantarme, entre este y el último que ha surgido en los corrillos de la moda, La Teniente O´Neil, me quedo con el primero, sin duda. Aunque el segundo, me pega todo, no lo negaré.
Los mails entre los que manipulan este tipo de información no se hicieron esperar. Muchas alabanzas a lo mono que era el vestido de Jorge Vazquez, que si "se te ve fenomenal", "como te sientan los años", pero el "¿Porque no pasas por peluquería antes de los eventos?" o "que tal un poco de plancha", los tengo ahí.
Parece mentira, convirtiéndome en material de "Puaj", en la sección "Puaj" de las revistas.
Es para deciros cuatro cosas y bien merecidas.
Los que me conocen saben que la peluquería es uno de esos sitios que visito si me obligan y bajo amenaza. Entiendo que para el resto de los mortales sea un ritual de lo más placentero pero la aquí suscriptora del post, acaba de secadores y lacas hasta los mismísimos.
En eso me siento muy Baronesa Thyssen, siempre las dos despeluchadas y con peinado casero. Eso si, al tema pinzas de los chinos todavía no he llegado. Algún día.
Lo ves Luis, por eso voy tan a menudo a su Museo, tenemos grandes temas que debatir.
Entiendo que acudir a eventos para determinada gente sea motivo de establecer un protocolo que les lleve la jornada al completo y llegar hechas un pincel pero el mio no supera los 30 minutos exactos invertidos desde que entro por la puerta de casa y a la velocidad de Superman dentro de una cabina, me transformo para salir pitando ante la estupefacción del vecindario que me ve alocada y emperifolladísima a la caza de un taxi. Ni para tener un vehículo esperando soy metódica.
En invierno, la carrera me la doy de todos modos, pero entre que anochece antes y los abrigos dejan poco que ver, se puede pasar más desapercibida, no como ahora que abrirse paso rodeada de chanclas y camisetas de manga corta da la sensación como si me hubiesen abducido de una boda, reapareciendo en el lugar erróneo.
¿Que deben pensar mis vecinos cuando nos cruzamos un día si, otro también, ellos con la compra o los niños, mientras yo parece que me voy de alfombra roja como quien se va de cervezas a La Latina ?
El caso es que, palabrita, el vestido antes de entrar en el taxi estaba impecable, más tras haber descubierto que el diseñador, pensando hasta en el último detalle, había aplicado unas mini trabillas desmontables bajo los hombros para fijar el vestido a la ropa interior de manera que en ningún momento los ruffles acabasen donde no debían, pero al bajar la falda se había convertido en un símil de acordeón.
A mi también me gustaría que existiese un servicio de transporte en camilla al estilo Tutankamon para llegar con el vestido petrificado o con servicio vaporetta incluido, pero las cosas como son, una se sienta y se arruga. ¿Tan grave es eso?
A ver si porque decido asistir con zapato plano he de optar por ir caminando, que mejor, no, por aquello de llegar a churretones de sudor. Iba a ser peor la cura que la enfermedad.
Ya en este punto, hasta me siento dispuesta a empatizar con las acaparadoras de la sección "Puaj", porque algunas es que ni haciéndolo intencionadamente.
¿Que pobres, no? Ni derecho les queda para tener mal gusto o un mal día.
¡¡Viva las Reinas del Puaj!!
¡¡Viva!!