Seguirá existiendo el
eterno dilema de saber si la moda puede ser considerada arte o no, pero es que
además te puedo asegurar que la moda es ciencia. Y si lo dudas, vente con
nosotros al laboratorio experimental que ha sido la Paris Fashion Week.
Vale. Te has puesto la bata
blanca, los guantes asépticos y las gafas protectoras (tus ojos te lo
agradecerán hazme caso), porque vamos a llevarte de visita al laboratorio de la
moda internacional, ahí donde se investiga, se experimenta, se crea y se
prueba, unas veces con acierto y otras no, lo que marcará tendencia a nivel
mundial. Bienvenidos a París.
La moda es reflejo de todo
lo que nos rodea, y personalmente creo que lo mejor para cualquier cosa es el
humor, así que lo tomaremos con eso mismo, con unas risas. Vamos que nos vamos.
Después de acabado el tour
al circuito internacional de las pasarelas empezando en Nueva York y pasando
por (Madrid) Londres y Milán, acabamos en París ese casi mes y medio de
carreras, prisas y citas profesionales que te hacen tener un jetlag de agenda titanesco. Por no
hablar de las ojeras.
Y aunque sabemos que en
Milán se recrea la moda bonita y ostentosa, esa que te entra por los ojos
aunque no te guste, y que en Nueva York es la industria la que se hace
protagonista, en París es otra historia.
Bueno, la ciudad ya en sí
es otra cosa, pero es que en cuanto a moda, a las pruebas me remito, solo
tienes que mirar las fotos de algunas de las colecciones que se presentaron la
semana pasada.
Y es que por ejemplo, aunque
Comme Des Garçons decidiesen vestir a la prima de Triqui el monstruo de las
galletas en su versión erizo de mar, lo mejorcito fue la colección de bolsos y
mochilas de Rick Owens, que después de temporadas con shows en las que mujeres atletas
con cara de no haber hecho bien la digestión cantaban un agresivo haka de
rugby, o desfiles en los que chicos sin comer en varias semanas iban
haciendo la campana con el badajo al aire, pues se le ocurre pensar que en
nuestra sociedad actual, la mujer carga con el peso de la imagen de la propia
mujer. Y ahí lo tienes sin retórica, es tal cual. Que una mochila de ese tipo
se te quede olvidada en el metro es algo muy feo, que lo sepas, porque digo yo
que al final acabas cogiéndole cariño y eso.
Bien, París es sin duda un
trampolín fashion, y muchos de los diseñadores que comienzan (muchos, que
desfiles oficiales “solo” hay unos noventa) necesitan como sea llamar la
atención siendo en la mayoría de las ocasiones lo más excéntricamente creativos
posible. Pero es que cuando las grandes firmas ya consagradas se dedican también
a la investigación de conceptos, materiales o nuevas imposiciones estilísticas
el resultado puede ser dos cosas: o muy interesante o un circo de tres pistas y
elefantas tristes.
Tan tristes como las caras de
payasas de Undercover (miedito) y tan de circo como los vestidos solubles que
presentó Chalayan, que por mucho avance tecnológico que sea (y más te vale no
ser de mucho sudar, bonita), serían una catástrofe en ciudades con un clima como
el de París en plan ideal para pillar pulmonías o acabar enseñando cacho al
primer chaparrón. Que se lo pregunten a la modelo del desfile que acabó con
tiritones (señores de la producción, por caridad la próxima vez piensen en
poner agua calentita, que es alta y delgada pero un ser humano al fin y al
cabo, y la envidia es muy mala. Gracias).
En esta ocasión se ha
impuesto también la fusión de géneros llevando las mujeres prendas muy
masculinas o los hombres algunas femeninas (hasta faldas y maquillaje de Pequeño Pony full color), y es que cada
vez más se presentan colecciones de moda de mujer en las que aparecen modelos
masculinos, que pueden serlo mucho o nada en absoluto, y en el que las prendas
se las pueden poner el uno o la otra. Vamos, si se atreven. Porque que alegría
que alboroto, otro perrito piloto… de puesto de feria.
Y es que el hecho de que la
tan conceptual Maison Margiela (de manos del sobradamente conocido Galliano)
presente un andrógino chico no me sorprende ni escandaliza; que lo vistan de
mujer, casi que tampoco, pero que lo disfracen de mamarracha por querer seguir
la tan socializada tendencia de la transexualidad me parece un despropósito. La
transexualidad, ni debería ser una tendencia social, ni es por supuesto un
disfraz.
Aunque para disfraces, yo
no sé vosotros lo valientes que sois vistiendo (me dirijo a los chicos), pero
yo, que suelo serlo bastante, creo que en esta ocasión voy a pasar por
discreto. ¿Qué me estás contando? Pues sí, porque si me planto en las calles
parisinas con alguno de los modelitos propuestos por ejemplo por Manish Arora o
Vivienne Westwood, me paran el tráfico a mi paso. Aunque ya puestos, pues oye,
es una idea para reflexionar. Quiero el look jaula de Westwood, para morir de
hipotermia en diciembre en un poético abrazo fusional con los candados que
quedan en algún que otro puente del Sena. Oh, là-là Paris.
Sin embargo, y tal como se
vio de la mano de Yamamoto o de Jacquemus, el nuevo enfant terrible de la moda
francesa (ya iba siendo hora de un relevo, Jean-Paul), en algunos casos para la
mujer se presentan propuestas mucho más sobrias y más severas. Para el primero
con una interpretación muy sui-generis de viudas Walking Death después de pasar
por una trasquiladora, porque muertecitas se tienen que quedar con esas
corrientes que tiene que haber entre sus piernas y los ventanales de los
miriñaques; y para el segundo con un “dame
un trapo, que yo me lo ato” y en plan con estos abalorios y mis manitas
hacerse un “desvestido”. Ser original y libre, bien. Pero parecer un pañal
gigante es como un poco absurdo, sin el como.
Luego están los que
experimentan no ya tan solo con las líneas o conceptos estéticos, sino también
con los materiales. La firma española Loewe y su director creativo J.W.
Anderson sorprendió con unos pantalones de plástico, algunos de los cuales
llevaban el nombre de la marca cual bolsa de supermercado (¿qué invento es ese
J.W.?), y unas prendas (tops o pantalones) con espejos, que seguro que veremos
en muchas editoriales de las revistas más exquisitas (porque molan, la verdad),
pero muy poco en la gente de la calle. Me dirás tú que te van a permitir el ir
cegando a destello limpio al personal, mientras paseas sin fin, porque eso de
sentarte con los espejitos de mosaico tiene que ser de todo menos cómodo.
Llámame vago, vale.
Aunque bien puedes quedarte
cegado de un pantalonazo Loewe como del mareo que puedes pillar si miras
fijamente a alguna que lleve puesto uno de los modelitos de Miyake. Algo no
apto para mañanas de resaca chunga.
Si has conseguido
sobrevivir a la resaca pero tienes muy mala leche, igual te puedes atrever con
uno de los looks de Anrealage y te plantas en casa de tus amigos para
despertarlos a todos o acabar con ellos. Modelitos con un patronaje fenomenal,
eso sí, pero con un darle vueltas a las cosas con los volúmenes y las
proyecciones vídeo que directamente se vertían en las prendas, que no es de
extrañar que hasta las propias modelos se protegiesen la vista, por eso de
seguir manteniendo el norte y no salir volando.
Aunque para salir volando,
y hacia el sur, lo que presentó la marca Junya Watanabe. Volando, porque yo
pensaba que lo que llevaban en las cabezas las chicas eran pseudo drones
modernísimos (quita-calla-quita-calla), como un símbolo del desplazamiento
rápido y eficaz, ya que el show tuvo lugar en el (maravilloso) museo de la
Inmigración de París. Hacia el sur, porque al ver la colección al completo,
captas que efectivamente se ha inspirado en el colonialismo francés que ocupó
gran parte del Continente Africano y que interpreta en líneas, estampados, y
sobretodo accesorios tribales versión 2.0 (lo de los drones que te digo).
Me gusta la moda, vivo la
moda amándola y odiándola, y a pesar de los años, sigo riéndome y aprendiendo
de ella (y eso es la mejor parte). Y sobre todo me gusta saber que pese a los
eternos revivals, el que todo va y
viene de nuevo, la moda no deja de ser un reflejo de nuestra sociedad, y de lo
curiosos que podemos ser, en todo el amplio sentido de la palabra. Investiga,
diviértete.
Y luego vas y lo cuentas.
Cuántos modelos de looks diferentes y originales. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn besito :)
Que verdad dices pirata! Yo tambien amo la moda, vivo de ella y cuando veo ciertas cosas en la pasarela de verdad que incluso me pregunto si algun dia el glamour y le savoir faire se extinguirá para dar paso a este tipo de excentricidades, con respeto pero que horror!
ResponderEliminarA la lucha pirata!!
Que verdad dices pirata! Yo tambien amo la moda, vivo de ella y cuando veo ciertas cosas en la pasarela de verdad que incluso me pregunto si algun dia el glamour y le savoir faire se extinguirá para dar paso a este tipo de excentricidades, con respeto pero que horror!
ResponderEliminarA la lucha pirata!!